Mi vida en rojo

Hace unos meses recibí un mail de Lomography.com que me puso sobe la pista de unos carretes llamados Redscale y que estaban preparados para, como su propio nombre indica,  sacar tus fotos en escala de rojos. Pero no ha sido hasta hace unos días cuando, buscando rollos de fotografia con algún potencial para conseguir diferentes efectos de color, me he topado de nuevo con ellos. La verdad es que, si no fuera porque la tienda Lomo y su subtienda de carretes fueran tan absurdamente caras, les compraría varias cosas pero con unos pecios así va a a ser que no.

Total que, siguiendo la pista al tema, me encuentro con que con un poco de cinta adhesiva y la carcasa de un carrete revelado se consigue ese mismo efecto por apenas un par de euros que vale un carrete de 35mm. Y es que aunque en la tienda Lomo quieran cobrar 15 euros por carrete Redscale, esto de hacer fotos viradas al rojo es una propiedad que todos los carretes del mercado tienen. Sólo hay que ponerlos del revés.

¿Cómo es esto? Resulta que la película de un carrete fotográfico se compone de tres capas sensibles a un espectro de color -azul, verde y rojo- siendo la roja la última y la más gruesa. Al exponer el carrete al revés, poniendo la capa roja delante de las otras dos, conseguimos que sea la capa que mayor cantidad de luz recibe. Y esto se traduce en que al revelar el carrete recogeremos unas fantásticas fotos viradas con un tono rojo que, para los tarados de la fotogafía como yo, resulta ciertamente atractivo.

Total, que después de leer algún que otro tutorial sobe cómo hacerte tu propio rollo, de preguntar a algún experto en esto de los redscales (gracias David!), y de visitar el pertienente grupo de flickr sobre este tema para coger algo de inspiración, me he decidido a probar.

Hace apenas unos minutos acabo de preparar un carrete redcale con un chasis 35 mm recargable que compré esta semana y un carrete caducado de una marca infame.  Tengo algo menos de 36 oportunidades de sacar algo chulo. Mi corazón y nuestra veinteañera Praktica están ansiosos de que llegue mañana para salir a la calle.

Lejos pero cerca

Hace unos días Nau me contó una idea para un regalo de navidad que me dejó asombrado a la vez que me ha devuelto la fé en el uso humano de la tecnología: un amigo mutuo ha comprado un marco digital para regalarlo a sus padres. No revelaré su nombre porque, aunque dudo que los regalados lean este blog, no quiero destrozar la sorpresa a nadie.

El marco digital es un marco como cualquier otro marco digital de los muchos existentes en el mercado, salvo por una cuestión: es wifi. ¿Y esto para qué vale? Pues permite al marco actualizar sus fotos automáticamente conectandose a álbumes digitales, como flickr por ejemplo. Pero además te permite enviarle fotos a tavés de email. Es decir, que el marco es autosuficiente: sólo tienes que decirle el lugar donde debe coger las fotos y él las muestra.

¿Dónde está la gracia del regalo? Resulta que nuestro conocido común vive a un par de miles de kilómetros de sus padres y, salvo algún viaje breve a lo largo del año, apenas se ven. Así que nuestro amigo ha decidido regalarles este marco digtal para que sus padres lo pongan en casa y él, con frecuencia, pueda hacerles llegar fotos suyas para estar un poquitín más cerca de ellos y le vean día a día. Así, por ejemplo, nuestro amigo podría sacar su inteligentísimo iphone, hacer una foto de algún momento interesante que le haya sucedido a lo largo del día, y en apenas unos segundos sus padres podrán verle sin moverse del sofá.

¿No es una idea genial? ¿No se os ablanda un poquito el corazón y se os escapa una lagrimilla pensando en esos padres viendo a su pequeño crecer poco a poco aunque esté a varias horas de vuelo? En fin, que aquí sí que vale eso de: «Marco digital wifi: 300€. Hacer felices a tus padres: no tiene precio».

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